jueves, 21 de marzo de 2019

Son muchas las veces que me salgo del camino para entretenerme a  coger flores. Y mi intención no es hacer ningún ramo ni un camino de pétalos por el que pisar... Y empieza entonces mi lamento por haber sesgado sus vidas sin llegar a saber porque. No hay razón aparente, ni ninguna otras escondida en las memorias de mis vidas pasadas ni de mi memoria celular.
No, no tiene que ver con que el vientre de mi madre era hostil no con la luna llena que aullaba en aquel descampado a la hora de la siesta de mi concepción...
Tiene solo que ver con que arranco flores sin saber... 
Están quietas, lindas y felices y yo las arranco casi de raiz. Poniendo fin a todo aquello a lo que puedan aspirar...
Tal vez... les hago un favor... No las obligo a sentirse marchitar. A ver como sus tallos marronean, sus hojas se secan y sus pétalos pierden su color.
Las privo de amaneceres borrosos que ver solas porque el capullo que las acompañaba ya se fue.
Flores eternamente jóvenes... bellas... como las que todo el mundo quiere ver. Tersos son sus tallos, intensos sus pétalos y su raíz no titubea ante el viento.

Sería en realidad un maravilla ver en ellas el paso del tiempo...

Pero intento jugársela de nuevo y le quito quehaceres de función bien programada


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