Te diría que hace tiempo que te sueño,
que desde antes de conocerte te anhelo.
Y te mentiría vilmente si lo hiciera
pues mis sueños no se atrevieron jamás
a inventarte...
No puedes anhelar ni desear algo que,
en su ensueño,
es un absoluto desconocido que,
con su gorro de franela,
te sonríe de medio lado
en esbozos de incertidumbre.
No puedes atreverte a inventarle una mirada
si no sabes qué rostro viste el Amor
ni sabes tras de quién se esconde...
Si hasta ignoras de qué color son sus zapatos:
solo sabes que te encantaría caminar en ellos.
Probé zapatitos de todos los colores,
formas y tacones
buscando los tuyos.
Y tengo los pies llenos de ampollas
de caminar por una luna que, tozuda,
hace aspavientos contra el Sol.
Desgastados volcanes por el camino
también han quemado mis zapatos.
Y el Amor no puede ir descalzo
porque su sonrisa es demasiado alta
para no usar tacón.
Si me rindo y me los quito
no llegaré a besarle al encontrarlo...
Ranitas de colores se postraban ante mí,
pero no había franela en sus sombreros,
ni zapatos de charol.
Pasaba noches en vela sin pararme a descansar,
buscando una nube que me acoja
para no gastar tacón.
La busco de color rosa para asegurarme su final.
Y las negras, verdes y amarillas
complementan sin llegarme a gustar.
Insinuante, en una sombra,
parecía acercarse a mirar
y se le dibuja una silueta de cuestionable realidad.
Si entre oscuros y sombreros
es cómo se ha de amar,
hasta descalza cerraría los ojos
tratándote de alcanzar.
Y pensando entre sonrisas ya no te quiero soñar...
Sólo quiero ser
el otro lado de tu sonrisa,
la franela de tu sombrero
y el tacón que de ti anhelo.
La nube rosa que para siempre quiero