lunes, 27 de noviembre de 2017

¿Mis dragones...?

Me dijeron de pequeña que debia matar dragones. Aunque no me explicaron muy bien cómo... ¡Ah si! Ya recuerdo: debía esperar paciente y preciosa a que se fueran solos (en mi época ya ni creiamos en Sant Jordis que nos matarían un dragón a cambio de un polvo). Así que me puse unos tacones, un lazo y un tutú y a esperar la compasión de las tormentas de mi cabeza. De tanto taconear ya no tenía claro si se iban los dragones o de si a mi lado se quedaban sin que yo los oiera llegar. Y me acostumbré a vivir con ellos... Les cogí cariño al final y todo. De mirarlos a los ojos me di cuenta de que tal vez no era necesario matarlos... No sé... podría clavarles una lanza pero sin dañarlos... Establecimos así el juego de la princesa con su lanza matando dragones pordoquier sin sentir ni padecer. Sin que nadie pudiera rasgar para nada mi falda. Haciendo el paripé cargando dragones a la espalda con los que aprendí a entenderme bien. Pero era broma todo: yo nunca los maté. Reeduqué dagones grandes, fuertes y de todos los colores solo mirándoles a los ojos durante años y aprendí tanto de su mano que sería incapaz de hacerles  daño. Dragones reintegrados con una lanza inventada que en mis manos no hace daño. Pues lo que a sangre duele no a sangre muere...


Una maravillosa ilustración de Mark Ryden

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